Escuche un relato de una persona que deseaba vender su casa y tenía un amigo poeta al cual pidió hiciera el anuncio.
Tiempo después el amigo quiso saber si había vendido la propiedad y le marcó por teléfono,
Le sorprendió saber que al leer la descripción e sumamente inspiradora se reenamoró de su finca al grado de no querer deshacerse de ella, quería quedarse en ese rinconcito de cielo que era como lo describía el relato del anuncio de venta.
Así trataré de describir mi espacio.
Vivo en la última zona rural de Cuernavaca, quisimos que aquí crecieran nuestras pequeñas en contacto directo con la naturaleza, que en la época de lluvias tiene su mayor esplendor, pues se pueden ver aún: tlacuaches, ranas, serpientes, tarántulas y hasta liebres. En un arroyo que en esas épocas se forma se pueden ver cangrejitos Barranqueños y carpitas morelenses.
Queríamos que ellas jugaran con lodo, en charcos, disfrutando la naturaleza, aprendiendo a diferenciar la belleza de un amanecer en contraste con el atardecer.
Hoy son niñas sencillas, que conviven con las pera sencillas de aquí, que les han enseñado sus costumbres y miran con atención sus tradiciones viviendo en armonía con la comunidad.
Por acá aún ordeñan vacas, cocinan en fogones, hablan en dialectos, colectan chapulines, etc cosas que disfrutamos a lo grande.
De la puerta para adentro de mi casa es una copa sobreabundando de bendiciones, que ha sobrepasado nuestras expectativas y metas.
Es una casita propia hecha a nuestro gusto, diseñada gracias al taller que en la secundaria llevó mi esposo por el.
Abajo parece una selva llena de plantas por dentro y por fuera y arriba está mi habitación y terraza, que más bien parece suite de motel, con todo lo que está tiene.
El jardín es de mis áreas favoritas junto con la cocina rural que en la parte de atrás tengo, para cocinar tal como en los pueblitos ❤️
Mi pedazo de cielo
