Es difícil hacerse una idea en temas de opinión que están en controversia, pues suelen simplificarse las posiciones: estoy a favor o en contra. Sin embargo, son temas complejos que involucran muchos aspectos: culturales, económicos, ideológicos, etcétera.
Personalmente, no me agrada ver sufrir a los animales. Sin embargo, después de conocer un poco más sobre la llamada Fiesta Brava, pude ver que no es tan simple marcar límites hasta cuándo es soportable el sufrimiento o no, tanto de los animales como de las personas. Después de que el toro es herido para provocar su reacción de embiste, son pocos minutos los que pasan hasta que le dan el golpe mortal con miras a que no agonice. De hecho, hasta el momento en que le llega la muerte sigue con actitud… obvio, sufre, como cualquier animal que es herido, pero galopa hacia su muerte con bravura y valentía, llevando al máximo su naturaleza agresiva. No podemos decir lo mismo de los cerdos que llevan al matadero a rastras y que van berreando en el camino. Al final, ambos terminan en el plato de algún comensal.
¿Toros en libertad?
Después de que una persona más conocedora del mundo de la Tauromaquia me dijo que esos toros estarían prácticamente extintos si no fuera por esta tradición, me dejó mucho qué pensar. No es que sean correctas las corridas solo porque hasta ahora eso le haya permitido a esa especie sobrevivir. Pero, ¿qué pasará cuando los grupos en contra ganen y los empresarios ya no vean beneficio económico en la cría de ese ganado? Somos ingenuos al pensar que los toros bravos podrán vivir “libres”. ¿Dónde hay espacio en las pocas reservas existentes donde podrían convivir con otros animales?
“Pobrecitos animales”
Así como después de que se prohibieran los animales en los circos escuché la lamentable historia de que algunos dueños tuvieron que dormir a sus animales porque ya no podían mantenerlos por ley y tampoco tenían los medios para regresarlos a su hábitat natural, pues por una parte ya estaban domesticados y por otra parte implicaba un costo insuperable el cómo enviarlos y con qué mantenerlos… me di cuenta con coraje e impotencia de la poca visión de aquellos que proponen, establecen y modifican leyes, de aquellos que se llenan la boca con protestas e incluso hacen videos, memes y discursos en favor o en contra de algo: si el objetivo era garantizar el cese al maltrato animal por parte de los cirqueros, tenían que haber asegurado la vida de esos animales después de terminar los permisos de aquellos para manejar animales. ¿Lo mismo pasará con los toros de lidia? Los defensores de los “pobrecitos animales” estarán contentos de que no sufran más… y harán la vista gorda al hecho de que no sufrirán porque ya no existirán. O, tal vez, serán tan coherentes que también impedirán las actividades de las empresas controladoras de plagas: las ratas, mosquitos, cucarachas, arañas, alacranes y demás animales indeseados también son animales y tienen derecho a vivir sin sufrimiento.
Muchas veces presionamos por un objetivo, pero no alcanzamos a vislumbrar las múltiples y variadas consecuencias prácticas y concretas que se suscitan en los ámbitos relacionados a corto, mediano y largo plazo. Teorizamos e idealizamos pero nos olvidamos de que en la realidad todo tiene diversas consecuencias prácticas y limitaciones ligadas a un espacio y un tiempo.
Como decía, después de conocer un poco más sobre esta polémica tradición, me es más insoportable ver cómo se golpean entre los mismo hombres y mujeres que practican “deportes” como los diferentes tipos de luchas donde se va más allá de la defensa y del show y la actitud que nos ofrecen los “deportistas” es de arrogancia y prepotencia, orgullosos de ser más fuertes y de haber molido a golpes al otro hasta la inconsciencia, mientras que el público, enardecido, grita palabras tan lindas como “dále, acábalo, mátalo…” En cambio, en el ruedo, el toro nunca pierde su dignidad y respeto, no se le ataca con salvajismo o con la ira guiando la espada. Incluso el público abuchea al torero cuando por mal dominio de la espada prolonga la agonía del toro.
El tabú del sufrimiento
Quienes critican, creen que el espectador disfruta con el sufrimiento del animal, como si se tratara de un sadismo velado. La realidad es que se juzga según donde pone uno la mirada. El grueso de los espectadores no siente placer por ver herido al toro, ni por su muerte, sino por ver su valentía y arrojo, así como por la valentía del torero que, firme frente a la mole de animal que lo supera en fuerza y armas, lo mira a los ojos, acercándose a galope y, con un preciso y sutil movimiento, lo deja pasar sin que ninguno sufra daño… al final, su enfrentamiento no dura más de 20 minutos y, si se pica al animal para aguijonear su bravura, se termina con su dolor con un golpe certero, pues, como sucede con todo animal que se sacrifica, la intención no es su sufrimiento, sino terminar con su vida de la manera más rápida e indolora posible. A diferencia de muchos que cazan por placer y por tener un trofeo, esos toros son aprovechados para el consumo. Su muerte no es en vano, sino un sacrificio en favor de nuestra especie. Y antes de llegar a ese momento, tuvieron años de buena vida, buena alimentación, cuidados, hembras…
Si cuestionamos la Fiesta Brava, entonces también hay que preguntar ¿por qué criar especies para su consumo? ¿Por qué controlar a las especies cuando se vuelven plaga? ¿Debemos preservar a todas las especies, incluso las ponzoñosas? ¿Por qué hay animales que sí está permitido matar? ¿En qué hábitat podrían sobrevivir los toros de lidia sin la intervención del hombre? ¿La humanidad podría sobrevivir sin criar animales para su consumo?
¿Podemos calificar una compleja red de relaciones entre toros bravos y seres humanos sólo porque son heridos? Actualmente, el sufrimiento parece tabú, parece que podemos y debemos hacer todo para evitarlo. La realidad es que la vida misma implica sufrimiento, para evitarlo, tendríamos que ser insensibles o no existir.
El riesgo de vivir
Si es respetable que una persona no soporte ver el sufrimiento animal o humano, también debería ser respetable que otra no sólo lo soporte, sino que aprenda de él. Porque ser capaz de mirar el dolor ajeno no es una tentación derivada de la maldad, al contario, es una oportunidad de experimentar en cabeza ajena y aprender cómo podemos enfrentar la maldad del mundo —la muerte, el miedo, el sufrimiento— sin vivir en carne propia el drama y la tragedia… También es una oportunidad para aprender de la naturaleza humana y cómo ser empáticos, comprensivos e incluso cómo reaccionar ante determinadas situaciones.
Quienes disfrutan de las corridas de toros saben que éstas son como la vida misma: todo ser vivo está en riesgo de morir a cada instante por múltiples razones, pero eso no quita que hay que vivir y morir con dignidad, valientemente, enfrentando con el corazón en un puño esa vida insoportablemente pesada que se nos viene encima con todo su poder y nos hace sentir minúsculos, impotentes y atrapados en su ruedo… paradójicamente, quienes gustan de las corridas de toros son personas que valoran la vida y la respetan y, muchas veces, están más cercanos al agradecimiento por el sacrificio animal.