Entre mis creencias infantiles y personales está el pensar que todo amor verdadero es romántico. Que la naturaleza misma del amor posee un ablandador de asperezas y un suavizante gutural, un somnífero que veladamente te inspira a soñar, y un energético de doble acción: inmediata en altas dosis y de liberación prolongada en pequeñas dosis. Además, es regenerador de todo nuestro sistema inmune, el físico, el mental y el emocional.
Amar siempre provoca una sonrisa, mueve nuestro deseo hacia el querer darle a otro algo bueno, desde una sonrisa hasta un gran regalo. Inevitablemente hace suspirar, porque en el fondo sabemos que se tiene al tiempo y a nuestra limitada materialidad en contra. De ahí que se atesore como algo raro y único. Y entonces corremos el riesgo de quedarnos con una sola cara del guardapelo: la experiencia de haberlo recibido, la idealización del otro y de nuestros propios sentimientos.
Pero en la otra cara, la ignorada y perdida, está el verdadero tesoro: nuestra capacidad de amar. No como algo meramente físico ni con una finalidad sexual, no cargado de etiquetas y expectativas sociales, no con escenarios de marketing ni poses de película… lo verdaderamente romántico del amor es el poder ver aquello que es amable (que se puede amar) de cada persona, a pesar de sus defectos físicos, emocionales y mentales; poder encontrarle su valor único en el mundo, poder disfrutar de su presencia, de su físico, alegrarse de su existencia y, sin egoísmo, vanidad o interés personal, amarle porque es como es, sin esperar o exigir reciprocidad, sin esperar una relación determinada… no importa si duele, el verdadero amor trae consigo un bálsamo regenerador: no se agota, no se echa a perder, no es excluyente, tampoco es posesivo.
El amor romántico, pues, no se da a media luz, sino con plena y brillante luz de la conciencia y la voluntad, los matices los dan nuestros sentidos.
¿Mi primer amor romántico? La naturaleza. El segundo, los libros. Es más difícil amar a las personas porque siempre estamos a la expectativa de relaciones de reciprocidad. Las palabras románticas lo hacen sonar fácil, pero no lo es. Antes que aceptar a las personas como son las idealizamos… nosotros también nos idealizamos.
¿Se puede hablar de relación de pareja sin reciprocidad? No. Pero indudablemente todos tenemos un concepto de amor personal con implicaciones diferentes, de modo que uno de los dos suele “amar más” y ése es más romántico pues, sin esperar a que le amen igual, aun así, ama a su pareja.