He ido a una reunión de mujeres que han tomado el taller Mujer: escribir cambia tu vida. Calculo que éramos cerca de 200 mujeres adultas de diferentes edades. Nuevamente llegué a la misma reflexión: las emociones guardadas son más poderosas que los hechos.
Ahora me parece tan claro, tan obvio que no entiendo porqué nos tardamos tanto en reconocerlo y aceptarlo. Todas las culturas tenemos lo que en Japón, se llama Yokai. Un “ser” diferente de los humanos pero que vive entre nosotros. Éste se hace no por el hecho en sí -que casi siempre es una tragedia, una ignominia- sino por las emociones que en ese momento tenía la persona u objeto -mejor dicho, las personas respecto al objeto- y es cuando se crea ese ser que nace, vive y no morirá para que su dolor, su pena, su historia, no sean olvidadas.
Contar nuestras vivencias con sus victorias y derrotas, siendo las víctimas o las victimarias nos da la oportunidad de escucharnos y digerirlas. Si escuchas a otras personas con historias “que te hacen clic” porque reconoces algo en ellas, mejor aún. Nos da la oportunidad de dimensionar más acertadamente nuestra propia historia.
Al final, casi siempre vemos que ni era la mayor tragedia y si lo era, vemos lo capaces, fuertes o afortunadas que fuimos ya que pudimos superarlo. Pero lo importante es hacer ese paso. Salir de la historia, de ese momento del pasado, dejar esas emociones en su dimensión y contexto ahí, donde se crearon y no dejar que se conviertan en un yokai que nos acompañe a todos lados o que nos vaya transformando a nosotras mismas en alguien que no somos ni pudo ser.
Hoy pienso que lo más importante es contar, una y otra vez nuestras historias hasta que esas emociones negativas o de dolor sean tan reconocidas que no tengan oportunidad de convertirse en nada más que lo que son.
En eso creo que ayuda la escritura sin duda. Es como si las letras, las palabras que salen de ti y te permiten que veas y laves esas heridas dejando al final solo los hechos, sin juzgar ni juzgarte, solo son hechos cuando les quitas la emoción.
Solo cuando vemos los hechos, lo que hicimos así, “desnudos” de emoción es cuando podemos realmente aprender de ellos y subir “de nivel”. Incluso puedes sentirte protagonista de esa historia que lees que como toda buena historia tiene muchos momentos difíciles que hacen que el personaje principal supere todo y aprenda.
Por que no hay cosa más aburrida que un personaje que siempre es igual, que repite una y otra vez la misma cosa y se regodea en la autocompasión, o que no avanza, ni se supera. Que está atrapado en el pasado o en el hubiera. Que busca contar la misma historia mil veces aún cuando ya no haya nadie que quiera escuchar a ese yokai.
Contar historias es sano. Es necesario. Al final de tu libro de vida ¿de qué se trató tu historia?