Que por qué no dije esto o hice aquello, confronto mi falta de límites por no herir los sentimientos ajenos muy aún a pesar de los míos.
Me confronto día con día por cosas triviales. Quisiera dejar de hacerlo, pues es muy cansado, agota mi paciencia y va minando, carcomiendo lenta pero certeramente mi optimismo.
La obesidad con la que he permitido que cargue mi cuerpo, la deserción laboral en la que estoy, el aislamiento social que en ocasiones ya prefiero, el parteaguas de la separación de mis padres, el hambre de hombre que en momentos de soledad se hace presente. El si estoy en el lugar adecuado para hacer lo que realmente quiero y que al final de mis días pueda hacerme sentir satisfecha y plena de lo que hice y de lo que no, pues me aterra pensar que él hubiera apareciera en esos últimos instantes, aunque pensándolo bien, nunca es un buen momento para morir, siempre hay algo más por hacer, por cumplir, por decir, decidir y esperar…
Hoy dejo de enfocarme en la meta aunque suene a renuncia y empiezo a centrarme en disfrutar del camino que se quedará en mi memoria y en soltar las ataduras cuál ancla de mi travesía.