Viviendo con mi madre mi criterio se amplió enormemente, probé el alcohol y el cigarro, aprendí a trabajar y comencé a valerme por mí misma con 13 años, lo cual me gustaba y en ocasiones me asustaba por todo lo que ello implicaba.
Dí vuelta a la hoja cuando volví, del libertinaje al claustro, recogí mis pasos, uno a uno, cuidando de no dejar rastro. Llore, sí, mucho lloré de verme rebotando de un lado a otro, no encajando ni aquí ni allá, solo buscaba un remanso de estabilidad, refugiar mi corazón de la tormenta que cada vez rugía más fieramente.
Volví para cumplir sueños ajenos.
Volví aunque en realidad nunca me fuí, una parte de mí seguía arraigada ahí.
Redireccione hacía lo que lucía como un mejor futuro, sacudiéndome el pasado, enfocada en mi presente y apuntando al objetivo.
Emplee mis mejores recursos y vaya que llegue a la meta superando mis propias expectativas incluso con todos los pronósticos en contra.