Vengo del Popol Vuh, de las lenguas indígenas, del Juego de Pelota, del cacao. Nací mexicana, nací en la tierra del maíz. Las palmas de mis manos son la tortilla con la que se arropan los frijoles negros con epazote, y picante verde y rojo. La cocina tradicional es un embrujo de los cinco sentidos, hoja santa y herencia ancestral.
Mi cuerpo tejido con su riqueza natural, sus pirámides y sus edificios coloniales; ceñido de patria e historia, es un gabán diseñado con códices prehispánicos, goza de origen y fusión, se riega con pulque, mezcal y tequila . De mi corazón brota el canto del mariachi y el himno nacional que me hacen llorar de alegría. La lluvia danza folklórica en los rituales religiosos, huele a copal y a cempasúchil; como madre curandera, me sana con la sabiduría de las hierbas. Laberinto de oro del empedrado de sus pueblos mágicos, tradiciones, leyendas y creencias. Festividades de una memoria cultural que celebra la vida y la muerte. Gente que trabaja, que levanta al país de las ruinas de los temblores y todas las catástrofes. Cine de oro que amplió el panorama de identidad a los ojos del mundo. Simplemente estoy orgullosa de México.
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