Los que ya se fueron extrañamente siguen estando. Han encontrado cómo establecerse en otra vida ¡qué es la mía!
Sus sazones, recuerdos, olores, gustos, consejos y puñados de alegrías juntos han sabido surcar con trabajo artesanal finas y delicadas líneas en mi mente y corazón.
Para mi es imposible no sentir y así vez vivir la influencia que han dejado en mi todos y cada uno de ellos, positiva o negativamente, ahí permanece. Les precede, latiendo a la par de mis latidos, despertando con cada amanecer que disfruto o sufro. No se va. Ni quiero que se vaya.
Me atrevo a decir que cada persona tiene un sabor diferente, un sabor característico. Unos dulce, otros agrio, algunos más tan amargos como el ajenjo, cada quien conforme le fue en la feria, pero que en conjunto al igual que cuando la gama de colores se une formando un color tan deslumbrante y limpio como el blanco que simboliza la pureza, así también está conformada la vida y la muerte, eso es lo que creo.
Hay ocasiones en que la nostalgia quiere hacerme su rehen y extrañamente me “caen basuritas en los ojos”, es cuando me hago preguntas que en su momento debieron ser contestadas y a las que hoy solo me remito a tratar de inventarles respuestas, pues ¿qué más me quedaría por hacer?
Yo tampoco me quiero ir de las vidas de quienes he conocido, aunque sé que no me iré eternamente. No quiero ser olvidada, también deseo latir en alguien, ser recordada y que por lo menos una persona pueda sentir nostalgia cuando me piense.
Hay duelos que no he podido llorar aún, esos en los que sabes que si te sumerges podrías ya no salir, la apnea podría atraerte tan fatalmente que simplemente decidas permanecer inerte.
Hoy quiero vivir por los que ya no están. No permitiré que me dejen, a causa de ello quizá disfruto la algarabia que reina en estas fechas, participo, pero me reservo algunas de sus creencias y acciones. Estoy trabajando en ello, escribo sus historias y también de los que los alcanzaremos antes o después, la única cosa segura que tenemos. De esta manera en mis manos está que trasciendan, pues por la parte religiosa quizá muchos no acepten la oferta de una vida de eternidad y cuando menos en el papel se quedará plasmado su legado a otras generaciones.