Me llevaría un diariode hojas interminables, y una pluma de tinta azul eterna, inacabable.
Me llevaría las fotografías de de mi familia y amigas.
Me llevaría a mi gato Milo, para seguir caminando por las estrellas mientras dormimos; para saltar templos, bardas, para explorar calles, túneles y sueños, para aprender más sobre el amor propio, sobre la resiliencia.
Algunos cassettes y discos compactos, aunque sin dónde escucharlos, solo recordaría las canciones. Probablemente me pondría a cantar, o simplemente me sentaría a tararear las melodías, si es que las recuerdo, si me recuerdan.
La nostalgia sería la primera en mi equipaje; los recuerdos, siempre por delante.
¿Y las tristezas?
Las tristezas son un silencio a veces impronunciable, pasajero.
Si en un libro cupiera toda la literatura, lo llamaría soporte universal,y obviamente lo llevaría con todos los objetos invisibles que no puedo cargar.
Pero sí, me gustaría llevar una cama y una almohada; granos de café, limón y picante, y chocolate, para endulzar la vida a mi manera, como lo he hecho hasta ahora, o como he podido.
Guardaré escritos en el alma:
todos los consejos recibidos, todas las caricias de mis padres, para no sentirme huérfana ni olvidada; para estar segura de que puedo continuar, sin temer a nadade lo que dejé atrás, o de lo que pueda enfrentar.
Guardaría el tiempo en un frasco, para dosificar mis horas, mis días. Porque desde que crecí, parece que la vida se me adelanta.
El tiempo corre, yo lo persigo, y cuando a veces me olvido, me acuerdo de él frente al espejo, y noto que me lleva mucha ventaja. Me siento apenas una mariposa nueva, y él me grita que soy una paloma cautiva, que aún teme alcanzar el cielo, ver a Dios en su eterno suspiro, en lo inmenso de su obra.
Las canas comienzan a remarcar mi batalla perdida contra la eternidad. A veces me siento más sabia, y creo comprenderlo todo; otras veces, como Sócrates,“ solo sé que no sé nada”. Me aferro a objetos y personas que me hacen sentir viva, que me gustaría llevarmea una isla desierta, o a cualquier lugar lejos de mi tierra. Me llevaría incluso los sabores amargos, el llanto desperdiciado, absolutamente todo; porque cada fragmento es parte de este inventario invisible que me da el don de ser.