Según mi nombre, soy la que viene de Adria. Yo sólo sé que vengo de mi madre, surcando los mares desde 1986. Quizá existía desde hace siglos, dormida en algún punto luminoso antes de nacer.
Mi nombre lo eligió mi madre. Entre las sales de sus olas, al conocer a una maestra que se llamaba así. Un día le dijo que, cuando tuviera una hija, la llamaría Adriana. No sé si eso fue aprobado por mi padre. Sólo sé que me gusta ser Adriana y que nunca he ido al mar. Pero me gusta su azul:
Azul.
Jesús emergiendo
entre nubes
y esperanza,
diciendo:
“Yo soy la verdad y la vida…”
como un día.
Azul a través del espejo,
con cierto sigilo,
por temor a caerme.
El mar, mi alegría,
azul a través de mi vida.