Nunca nadie le había acariciado de tal manera el alma, ese lenguaje de sanación no le era familiar.
La sutileza del toque placentero, provocó en ella represión que se tradujo en sordera, ceguera y anosmia. Ésto último le apesadumbraba en gran manera, pues nunca podría recordar la fragancia de ese momento, que parecía detenido en el tiempo del cuarto nueve del motel en dónde inesperadamente surgió su más maravilloso recuerdo.
Sión