Viajar en el auto atrae a mi mente sonidos de olas. El mar me habla, me desborda de emociones y secretos. Lo imagino callado, con ondas que hacen los peces en un azul casi transparente y cálido.
Me siento en el tapete de arena, frente a la inmensidad. El aire que me acaricia huele a menta. Veo las huellas que van dejando mis pensamientos insomnes.
Una liridura se abrió en mi pecho: no sé si llorar o gritar por su belleza.
En mi pecho susurra el oleaje nocturno. En mis pupilas se graba la caída del corazón de fuego. Es realmente algo hermoso. Ahí va la poesía, me extiende sus alas como gaviota. Ahí voy en una pequeña embarcación sobre espirales tibias y salinas. Pienso que la vida a veces es algo vertiginosa… el timón se mueve como un volantazo de miedo.
Me siento como un granito de arena cayendo en la playa. Mi cuerpo está lleno de perlas, recita su verso final.
Se levanta una marea turbia. Cruzo los arrecifes del sueño involuntario. Hay un vacío parecido al silencio. Después, las estrellas marinas y las penumbras. Dormir durante tres días en las profundidades de lo misterioso. Quizás sean los restos de un pasado al que ya no quiero recurrir, pero la vida nunca se harta de la memoria dolorosa, ¿o soy yo ahogándome en ella?
Puedo sentir los corales rosas, mis pies sangran sin mesura tiñendo el océano de muerte. El lamento ha llegado hasta el cielo, lo vuelve violeta.
Liridura (De lira + hendidura ): Una herida abierta por la belleza de algo que debería consolar, pero duele. La liridura es lo que sentimos cuando la poesía toca un trauma no resuelto.