De los 14 a los 17 estaba en los inicios de los 90, la era grunge. Tal y como esa música, para mi, la etapa fue cruda, con estética desparpajada y claro, con una visión distorsionada de mi y el mundo que apenas iba conociendo.
Cabello largo enmarañado, camisetas de manga larga debajo de camisetas de manga corta, camisa a cuadros atada a la cintura, jeans rotos y sucios, cero maquillaje y 100% andrógina.
Me encantaba ese mood. Entre depresivo y deprimente. Casi somnoliento con momentos de verdadera furia desatada. La apatía era el estado emocional que más recuerdo. De por si pocas cosas me gustaban.
En la secundaria era la típica chica nerd que no le hablaba a nadie. Era pequeña de estatura, muy delgada y sin curvas que presumir. Cero amigas, cero novios. En esa etapa mi único interés era entrar a la Prepa 5 de la UNAM y mis proyectos de construcción.
Recuerdo cuando llegó por correo mi carta de aceptación de la UNAM. Fue el primer momento en mi vida en el que sentí el pecho hinchado de orgullo por esos 119 aciertos en mi examen de admisión. Yo nunca había salido de mi pueblo en un extremo de Milpa Alta en la Ciudad de México y a la Prepa 5 en ese entonces hacía casi 3 horas entre caminar, camiones y esperas. Fue la primera vez que enfrenté el miedo a ir por rumbos desconocidos.
Esas seis horas diarias “de tránsito” fueron cruciales para mi porque nunca había pasado tanto tiempo sola en mis pensamientos. Sin nadie de mi familia alrededor ni perros con los que jugar. Ahí estaba yo rodeada todo el tiempo de ruido y gente, mucha gente. Yo oigo todo con mucho volumen, según mi madre es “oído de tísico” pero en el camión, es una maldición. Era el infierno.
Tanto ruido y gente perturbaron mi estabilidad mental y yo solo quería golpear a todos, gritar a todo pulmón y correr lejos, muy lejos.
Ahí en la Prepa hay dentro una fotocopiadora y mientras camina por ahí, de ese local comenzaron a sonar los acordes de Smell like teen spirit de Nirvana. Me quedé paralizada. Se aceleró mi corazón mientras las personas pasaban a mi alrededor mientras yo solo escuchaba. Fue como una revelación.
Mi corazón emocionado solo quería volverla a escuchar. Me sentí tan identificada con ese sonido. Bajaba y subía, era suave y luego estruendoso, melancólico y luego vibrante y había gritos, muchos gritos. Desde ese día me hice grunge y grité, cómo grité. Al fin podía andar “pandrosa” y nadie me decía nada. Al fin la gente dejó de mirarme en el camión.
En casa no lo tomaron muy bien pero como estaba casi recién nacida mi hermanita mis padres no tenía tiempo ni energía para lidiar conmigo y lo aproveché.
Esos 4 años fueron el inicio de mi viaje a conocerme y crear mi identidad. Fue el primer paso para hacerme. Al fin había encontrado un lugar donde encajaba y fue genial.