Mi adolescencia comenzó en 1999, el Big Bang de un sin fin de cambios físicos y emocionales. Mi cuerpo era extremadamente delgado y mis senos demasiado pequeños para sentir algo de vanidad. Me impregne de silencio. Experimente cierta tristeza, la primera, antes de sufrir depresión y ansiedad. Escuchar rock alternativo en inglés y español en la radio fue mi salvación. Desde entonces se reproducen en mi playlist algunas canciones, quizás las más importantes de esa etapa:
- Fin – Jaguares
- Luz de día – Los enanitos verdes
- Somewhere only we know – Keane
- In the shadows – The rasmus
- All the things she said – T. A. T. U.
Recuerdo también la corriente de cumbias que invadió las tardeadas de mi secundaria y que aún alegran mi corazón:
- El paso del gigante – Grupo soñador
- El afilador – Grupo Carabo
- Cumbia sobre el río – Celso Piña
- Amor sin primavera – Yaguarú
- Destilando amor – Aarón y su grupo ilusión
Lo más rebelde que me atreví a hacer fue fumar cigarros Alas en las canchas de fútbol, por mera curiosidad, por “quedar bien” y sentirme aceptada. En el fondo pensaba que era algo malo, temía terminar en la dirección.
Un día comencé a amar mi cuerpo. Me delineaba los ojos levemente, rizaba mis largas pestañas y usaba un poco de labial café en mis labios. Me sentí hermosa. Esa seguridad se vio reflejada, algunos de mis compañeros me notaron. Mi Homosexualidad estaba aún dormida, ignorada. Creía que sería algo pasajero, pero el tiempo lo desmintió.