Soy afortunada. De todas las personas que han muerto en realidad ninguna ha sido tan cercana así que no he tenido la desdicha de perder a un ser realmente amado. Por lo que en realidad no extraño a ninguno de los que se han ido.
Creo que las personas en realidad no extrañan a los muertos sino lo que se llevan de ellos. Lo que ya no te darán o lo que no pudiste darles. Lo que no dijiste o no les escuchaste decir.
Quizá la muerte más dolorosa será la de mi pareja, mis hermanos y mis padres. Por eso he buscado nunca guardarme nada para ellos.
Desde hace años no hago promesas que no cumpla en menos de 8 meses con ellos. Si siento algo se los digo y si no puedo decirlo lo escribo, pero “se lo entrego”. No me quedo con nada.
Espero que eso me ayude cuando el momento inevitable llegue y no esté yo en el sepelio lamentándome por que hice o no hice tal o cual cosa o porque no pedí una disculpa sincera. Nada. Quiero que se vayan sin que les deba algo. Quiero que no se lleven mi paz.