Escuchar el vals de mis latidos
a la luz de la lluvia de junio,
una sonrisa primaria,
un beso de mi esposa en neptuno
y yo me siento viva.
Viva como la naturaleza
al posar mis plantas para ser energía,
volverme cielo en el aire,
leer una poesía,
sentir que existo,
sentirme viva.
Morir en la palabra incandecente,
brillar con los rayos floridos de la tarde,
soñar el pasado,
conjugar el presente,
disfrazar el futuro,
y sigo viva
leal y ferviente.
Incluso en una cita con la muerte,
incluso si la soledad me intoxica,
yo corro en el tiempo
y me siento viva,
tan viva que si miento,
me escupe la vida.
Ir disfrutando el momento,
brindar por el gusto de coincidir,
atesorar lo que uno va viviendo
bueno o malo,
Santo o infernal,
pero sentirme viva.
Complaciente con mis ideales,
entendida con mis fantasías,
siempre con belleza en el alma,
impronta
sintiéndome viva.
Y aunque un día muera
y mi nombre sea borrado de las calles,
de las personas,
incluso de mi familia,
no habrá nada, ni nadie
que me quite lo vivido,
porque al final de cuentas
todo eso me seguirá manteniendo viva.