Cada idea que ha perforado la cabeza, el alma y el corazón, que no permiten lo que tantas voces repiten: “vive”, “vive mujer” ha sido escuchado por tanto tiempo, por todos lados y a pesar de ello aún no sé cómo sigo aquí, inmovilizándome cada vez que se presenta una oportunidad atrevida, ¿atrevida? ¿Y quién decide si lo es o no? no lo sé, pero a mí me carcome el miedo, me paraliza y una ráfaga de vergüenza invade cada parte de mi ser, puedo sentir como avanza desde la punta del cabello, hasta llegar a los pies.
Imagino lo liberador que debe ser, despejarse de esas cosas que oscurecen el andar y que aunque las adulaciones sean muchas, no se requiera de ellas para saberlo, para sentirlo, para palparlo.
Imagino el descanso que debe llegar, al quitar cada límite, que no te permite disfrutar solo por el qué dirán.
Imagino desaparecer cada palabra tatuada, para ser una persona socialmente “equilibrada”, sí, entre comillas, porque aún así no se puede, no se logra ser aceptada.
El intento de hacer lo que plazca, en un espacio donde sea completamente desconocido, ha resultado fallido y el yo consciente, controla cada movimiento para agradar a los nuevos conocidos.
A pesar de la resistencia, es el mundo quien controla la personalidad, jamás se es totalmente libre, ¡vaya manera de arruinar la vida!
Pues aunque ahora quiera correr, ya no es tan simple.
Si quiero trepar ya no hay esa agilidad que lo permita.
Ahora que me encanta leer, ya existe dificultad para hacerlo.
Ahora que pretendo vivir, me doy cuenta que desde que se nace, se empieza a morir…
lentamente, con un cuídate, no lo hagas, eso no se hace… con tanto prejuicio.
Y en este ahora, es complicado desprenderse del miedo, la vergüenza a la libertad de vivir, vivir libre, sin tapujos, sin ese acelere del corazón y dificultad para respirar, al intentar hacer cosas desde lo más simple como cantar, vestir de manera distinta, salir hasta tarde desnuda, emprender un viaje sin fecha de regreso, en fin, tanto que no se ha permitido.