Si hay algo que me gusta ser, es ser hermana. Lejos estoy de ser la mejor hermana o la hermana que quisiera ser, pero fue la hermandad mi primer misión de vida.
Fue a los seis años que descubrí que ser hermana era una gran responsabilidad y la abracé. La tomé como una misión, una como las de mis videojuegos. Debía estar ahí para cada uno de mis cinco hermanos. Mi compromiso fue cuidarlos, amarlos, ayudarlos y estar cerca para ellos cada que lo necesitaran.
Amo a mis hermanos más que a mis padres. Puedo -y lo he hecho- enojarme mucho con ellos pero jamás les he dicho algo que los ofenda o lastime. En algunos momentos nos hemos alejado y no hemos hablado por meses, pero si algo necesitan saben que siempre estaré ahí. Sin hacer preguntas, sin juzgar, sin condicionarles mi ayuda, yo siempre estoy disponible para ellos. Eso me llena. Me satisface.
Claro que tengo favoritismo y afinidad más marcada con uno que con otros, pero como en cualquier videojuego, lo que importa es la historia central y esa es ser la mejor hermana que pueda ser.