Aterrada de pensar que había heredado el mal de su abuela acudió al especialista, quién después de charlar y auscultarla determinó el diagnóstico:
Exceso de futuro y de control sobre las situaciones, que dando vertiginosas vueltas se le salían de las manos en éste voraz mundo de modernidad y éxito.
Le recetó ansiolíticos y le recomendó una línea telefónica de ayuda. En una segunda opinión le hablaron de una mejor opción: ikigai un concepto hasta entonces desconocido para ella…
Sión