Yo había escrito, para condenar en una línea la temprana rebeldía de Ana ,mi hermana mayor, que en mi perspectiva infantil “le hacía daño a mamá”. Hice un acrostico frustrado sobre Fernanda, mi madre, en una tarea escolar y más tarde me rendí al romper un diario con canciones y pseudo poemas que hablaban de un amor que no conocía , de eso que llamamos vida y restos de un pensamiento que me marcó:
… Somos tan solo el ansiado presente,
soñamos en la vida y despertamos en la muerte”
Fue hasta las lunas de octubre, con Brenda en el taller virtual “Mujer: escribir cambia tu vida”, que aprendí que escribir me salvaría, porque nunca había escrito nada sobre Adriana. Cada sesión me hizo ahondar en un laberinto de emociones y sentimientos en la profundidad de mi corazón , me ayudó a ser consciente de mi existencia , porque en algún punto, sin darme cuenta, me había convertido en un robot. Pero renací. Ese preludio fue el llamado exacto, con el mensaje más esperanzador de todos mis años. Nunca creí que podría atreverme a escribir sobre lo que uno lleva dentro. Me redescubrí y me valoré. Aprendí desde los escritos que otras mujeres compartieron desde el alma y bendigo haber coincidido con ellas , y las bendigo por lo valientes que fuimos, no cualquiera se reconstruye a partir de los secretos que nos han roto , no cualquiera analiza su vida , no cualquiera se enfrenta a sus demonios . Al concluir el proyecto escuché más cerca y más real la voz de esa escritora que siempre quise ser. Gabriela predijo el blog “Huellas de tinta” que Nadia muy amable creó, para que junto a ellas, Sionela, Brenda y yo continuemos el sendero más amplio hacia la transformación de nuestros silencios.
Dos meses después escribí “Diálogo con la muerte”, y sin quererlo fui una entre casi 70 de los 13 aspirantes que ganaron la convocatoria para un diplomado en la “Escuela de Escritores Ricardo Garibay”, no podía creer que me hubieran aceptado en mi primer intento , no podía creer que el universo conspiraba a mi favor para materializar mi sueño, me sentí recompensada. He decidido hacer literatura como otra forma de sanación, devolver la voz a mis ancestros, que mi palabra prevalezca a través del tiempo en cada persona que me ha leído y ser feliz.