Una tarde, mientras desperdiciaba el tiempo recostada en el sofá. Vi subir desde una lata de Coca-Cola, un hilo de humo dorado que atravesaba el techo blanquisco de mi casa. Quise huir pero la voz sonora de una mujer me detuvo. Volteé y ahí estaba ella:
Una anciana de cabellos dorados y sonrisa apacible. Me dijo que como yo la había visto cuando se dirigía a otras ciudades, tenía la obligación de concederme un deseo, el que yo más quisiera. Yo estaba tan petrificada que no pude gesticular ninguna palabra en respuesta a su amabilidad. Ella intentó animarme:
—Vamos Adriana, ¿qué es lo que más deseas?
Un poco más tranquila y después de 3 minutos exactos le dije:
— Hay algo que desde niña se me ha hecho preocupante. Es un monstruo que siempre me acecha. Escucho sus pasos todo el día y procuro mantenerme alerta, pues no sea que en algún momento sus garras me alcancen y ya nunca me suelten o me vuelva loca. Algunas noches se transforma en mis peores pesadillas. Entonces me despierto y escucho ruidos en la sala y en la cocina. Por las mañanas espera para sorprenderme después del desayuno. Tan pronto lo noto voy y lo enfrento. Él sólo se burla de mis débiles hazañas. Cuándo sabe que me ha derrotado baja la intensidad de su ataque y hace como que se aleja, pero tan pronto me ve serena, se abalanza con toda saña hacía mi. Otras veces mientras duermo en lo profundo de los sueños, el monstruo va y me despierta con susurros. He notado que se fortalece cuando bebo café, cuando tengo algún problema o si necesito realizar una tarea o actividad importante. También se hace presente y constante cuando veo a mi madre enferma o cuando pienso en cómo será cuando alguno de mis padres fallezca. En todos lados procuro esconderme, guardar silencio, incluso cuando viajo por carretera. Y veo como va arañando las barrancas para alcanzarme y como revolotea en las curvas y en los voladeros. Simplemente ya no lo soporto. He rehuido de él hasta en los hospitales, me parece asombroso que siempre busque la manera de afectarme. Pero lo peor, es como me ha plantado en la mente que el futuro es mi peor enemigo. Entonces, éste es mi deseo, lo que más he querido toda la vida:
¡Ya no quiero tener miedo!
—Concedido…